¿Se Puede Vivir Sin Sexo?
¿Por qué tenemos sexo?
Se me ocurren varias respuestas:
Porque hay pocos inventos mejores; porque si ya venimos con el equipamiento de fábrica, más vale usarlo; porque el orgasmo recicla el cerebro, porque asegura la evolución de la especie humana, por la acción de la serotonina y la oxitocina o por la necesidad intrínsecamente humana de generar apego.
Tomemos este último punto. Desde el nacimiento, el apego deriva de una necesidad de contacto con un otro, pero no cualquier contacto, ni cualquier otro, sino uno significativo. Va más allá de la satisfacción de nuestras ansias de comer y/o de recibir cuidados básicos. Implica la búsqueda de un vínculo amoroso, con alguien que nos acoja, que nos acepte en nuestra vulnerabilidad y nos proteja. Alguien que sintonice y decodifique lo que pensamos y sentimos.
Mientras se amamanta, el bebe puede sentir que él y la mamá son uno sólo, pero esa ilusión dura poco, porque la mayor parte del tiempo ambos están separados. La constante alternancia entre presencia y ausencia es lo que va dando lugar a la idea de que hay dos personas distintas: mamá y bebé. Los límites del cuerpo y de la realidad se van moldeando en la mente del niño en ese vaivén y, en adelante, gran parte de la vida consistirá en calibrar permanentemente las distancias: ni tan cerca como para perdernos en la fusión con el otro, ni tan lejos como para quedarnos solos. Después de todo, el homo sapiens es un ser gregario, o sea, social e incapaz de sobrevivir en total aislamiento. Cualquier animal que esté solo va directo a la parrilla.
Personalmente, creo que la soledad es muy poco recomendable para los humanos. Cuanto menos vínculos tenga una persona, más riesgo corre de quedar a merced de su mundo interno. Y el mundo interno es un mundo de fantasías, generalmente poco felices y más bien atemorizantes. A mayor aislamiento social, mayor es el riesgo de enfermarse, psíquica y físicamente. Es el intercambio de experiencias con otros lo que nos permite confrontar nuestros temores, atenuarlos, poner las ideas en perspectiva, contrastarlas con las creencias de otros y ponernos más realistas.
Si bien es cierto que una dosis de tiempo a solas es fundamental para la introspección y el descanso del bombardeo de estímulos emocionales que trae cualquier relación humana, no menos cierto es que la soledad puede llegar a ser insoportable cuando se extiende demasiado en el tiempo.
¿Será entonces que el amor -especialmente el amor sexual- es un antídoto contra la soledad?
En realidad, el acto sexual, permite una cercanía física única entre dos personas. En ninguna otra interacción humana existe un contacto en el cual se produzca una "fusión parcial" de dos cuerpos. Y, si además, existe un apego amoroso entre ambos, la ilusión de completud es casi total.
¿Pero, y si no existe ese apego, como en el sexo casual o en la promiscuidad?
Ahí se produce una paradoja: cuanto más contacto físico con personas no significativas tenemos, más solos nos sentimos. Es decir, que el antídoto puede ser más pernicioso que el veneno de la soledad.
Ahora bien, existen muchas parejas con un intenso apego tierno pero una vida sexual casi nula. A pesar de sentir la cercanía en muchas áreas de la vida compartida, la cama matrimonial es un lugar solitario. ¿Puede resistir una pareja la falta de sexo?
Y si alguien no tiene pareja y desea tenerla ¿hasta dónde el tener otros vínculos amorosos satisfactorios, como la familia, los amigos o la profesión, compensa dicha falta?
En suma, ¿se puede vivir sin pareja?
O más aún, ¿se puede vivir sin sexo?
Supongo que sí, pero quizás no se trate solo de vivir.